Había una vez un pequeño hipopótamo. Éste vivía en algún lugar de la sábana de África. Apenas tenía amigos del mismo tipo que él. Sin embargo, su mejor amiga era una jirafa. Los dos eran inseparables y siempre estaban juntos. Se contaban todo al otro. Bueno, tal vez no todo. El hipopótamo tenía un secreto que nunca pudo confesar a su amiga. Cuando su amiga no estaba presente, el león pequeño siempre aparecía. Le encantaba burlarse de él. Lo insultó y lo molestó. Él intentó ignorarlo. Pero no pudo. Entonces un día el león dijo al hipopótamo que estaba demasiado gordo. Y debería ser más como su amiga la jirafa. Eso le afectó mucho. Y se puso increíblemente triste. Pero no se lo dijo a nadie. Intentó adelgazar, pero no funcionó. Ya no entendía el mundo. ¿Cómo es posible que él, que sólo come plantas, sea más gordo que su amiga, que sólo come plantas también? Como resultado, comió lo menos posible. Sin embargo, su amiga la jirafa adivinó las intenciones del hipopótamo. Pero cuando se le preguntaba qué estaba pasando, siempre recibía la misma respuesta: «Nada, estoy bien.» Así que pasaron algunas semanas y el hipopótamo se puso cada vez más triste. Pasó menos tiempo con su amiga para que ella ni sospechara ni le hiciera preguntas desagradables. Pero la jirafa no podía renunciar a su amigo. Así que miró a su amigo desde lejos. Hasta que un día escuchó una conversación entre el hipopótamo y el león. Se puso roja de rabia. ¿Cómo pudo insultar a su amigo? Ella se interpuso entre ellos. El hipopótamo no podía creer lo que dijo su amiga: «¿Cómo puedes decir tal cosa? ¡Mi amigo es la mejor criatura del mundo! Es hermoso por dentro y por fuera. Es perfecto tal como es. No puedes entenderlo.» Entonces el león desapareció. Nunca lo volvió a ver, continuaron ser mejores amigos. Probablemente incluso mejores amigos que antes.
Gastbeitrag von Vanessa, Q12 Spanisch spätbeginnend